Siete antipoemas breves


¿Qué pasaría con las uvas si ni hubiera ebrios en la tierra?

*En la sed infinita de los ebrios, dejaste caer, niña tus primeras lágrimas...

¿Cuántas garantías constitucionales tiene mi ignorancia?

¿Desde cuándo le pusieron collar a mi cerebro?

¿Cuándo acabarás mujer, de parir para el pinche asesino que te preña?

¡Al pasar por esta calle me di cuenta... soy idéntico a los mendigos!

Yo voy por el aire como un insulto: persiguiendo a nadie, persiguiendo a todos

Anonimo


Tanto estar jalándole las trenzas a las nubes,
mamándole los sueños a los pobres,
partiéndole la madre al sufrimiento;
estrellándote una y mil veces contra el odio;
aguantando que el sol y los camiones se caguen en tu piel y en tu coraje.

Tanto limosnear el aire y la soledad de la gente;
tanto enfrentar el corazón contra los perros.
Tener que estar de obrero en tu conciencia,
trabajando horas extras para fabricar sueños de trapo
que después nadie compra ni vende.
Tener que reparar cada día tu cinismo
para atreverte a matar un poco de los demás...

Debería darte vergüenza, después de conocer lo que es vivir,
querer la vida, defenderla con uñas y dientes;
protegerla con todo lo que de reptil y puerco tienes.
Debería darte vergüenza, después de estar arrojando
trozos de vida contra todos (sin atinarle a nadie),
salpicándonos de desperdicios,
robando, asesinando, limosneando,
venir finalmente a ser esa pequeña cosa que eres...

Alas y paz

ALAS Y PAZ...

Niña del bosque, viviendo bajo la casita de la luna,
usurpando los rayos del sol,
acaparando los besos de la eternidad al mar,
rasguñando el amor con las alas,
¿por qué la mirada triste?
¿por qué las manos vacías?
desnuda brillante, descalza en lo verde,
con el alma de ángel y el pelo rojo como diosa en celo,
deja de ir así a la guerra,
que las tormentas quieren arrancarte las alas,
que el viento quiere robarte la paz,
y el mundo quiere esconderse debajo de ti,
y los herejes quieren comerse el sudor de tus pechos,
de tus piernas, de tus manos con olor a nuez,
del bosque que llevas en el vientre,
de las alas que limpian pecados,
de la paz que roba almas,
sin mirar atrás.


Regalo de:
Luis Efraím Blanco Salazar