Cotidiαno

                                                                                                                    01- Junio, 2016

A decir verdad, solo era cuestión de tiempo para que aquel canijo me la volviera aplicar, así había sido toda nuestra historia amorosa a lo largo de 13 años, me buscaba, me bajaba la luna y los calzones por supuesto, luego de nuevo volvíamos a la rutina de amarnos virtualmente, debo reconocer que rara vez prometía cosas, creo que cuando lo hacía le ganaba el olvido, y yo empezaba de nuevo a escribir en esa libretita, las planas donde prometía que no iba a volver a verlo, ni creer en sus palabras tan tiernas y llenas de amor, cosa que olvidaba en cuanto me decía “tengo tiempo, voy a verte” entonces me volvía un par de risas y nervios, daban ganas de vivir e imaginaba su sexo caliente entre mis labios, me gustaba que llegara y me diera unas nalgadas como una especie de saludo, luego montarme en él cuando estaba sentado para que nuestros sexos estuvieran muy juntos, o que metiera la mano bajo la blusa o el calzón y aplicara esa engatillada estelar hasta hacerme venir. Luego se iba y todo de nuevo era mortal, mis asuntos a su normal existencia, la ciudad llena de sol, el disfraz, las carreras por no llegar tarde al trabajo, las quejas por todos los mensajeros, de por qué demonios me pierdo del mundo un par de horas en ciertos días, las viejas lambisconas del hospital, el cansancio y los desvelos, todo común… un día de estos, igual me da por hacer un cambio verdadero en mi vida, me largo de la ciudad y me aviento a un hoyo como Alicia, pero sin regreso, a menos claro, que me prometan que el conejo no va a saber dedear y que acá, me esperan con los brazos y piernas abiertas para volver empezar.
 
 

Dibujo a lápiz por Juan Machìn.

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